sábado, 18 de abril de 2015

EL PRIMER AMOR DE CINCA


            Crecí con la certeza de que era buena y siempre dudando de ser bella, todo por una frase que repetía mi madre como si de un mantra asfixiante se tratase: “…tu hermana es muy guapa, pero tú eres muy buena…”, ¡Cuánto odiaba esa frase!, porque implicaba que yo no era guapa, ¡Cuánto odiaba ser buena!, pues yo prefería ser guapa ¡Cuánto poder tienen las palabras de una madre! Que nos hacen creer mentiras. A lo largo del tiempo parecía confirmarse, sobre todo cuando veía que las alabanzas que los chicos regalaban a las chicas siempre iban dirigidas a otras.
            Y sin embargo, de la manera más tonta y sin deseo alguno, como ocurren las cosas buenas de la vida, vino a mi vida el chico ideal. Un día mi amiga Cristina me pidió el favor de acompañarla a ella y otros dos amigos, vecinos de su barrio, la intención de ella consistía en ligar con uno de ellos y quitarse de encima al otro, que por lo visto llevaba tiempo enamoriscado de ella, ¡vamos una plan perfecto!, ambos chicos estarían pendiente de ella y yo solo sería la carabina nada más. Así fue como conocí a mi primer amor, yo tan solo tenía doce años, el primer encuentro con el que sería el amor del resto de mi vida, a partir de ese momento buscábamos coincidir en los momentos que nos dejaban nuestros quehaceres. Para mí era el macho perfecto, ya que yo con esa edad había desarrollado y había alcanzado mi máxima altura, sin embargo los chicos de mi edad eran todos muy menuditos y yo no veía a ninguno apropiado para mí. Al contrario que este, ya que era un gran mozalbete, guapo, moreno, alto, con buena genética para nuestros futuros hijos, bien es cierto que había mucho que pulir y teníamos que empezar cuanto antes. No sé cuánto duró ese escarceo, lo que sí conozco es que le tuve que dejar ya que él, algo mayor que yo, tenía las hormonas muy revueltas y se interesaba demasiado por jugar a las prendas, haciendo trampas para besarme siempre que podía, en la mejilla por supuesto.
Después de dos años y con nulo éxito entre los chicos de mi edad, un día volví a verle, fue por mayo, estábamos en los coches de choque en la Vega, allí solíamos reunirnos toda la muchachada adolescente. Después de un intento fallido, a la semana siguiente le cogí por banda –para mí una acción a la desesperada– y le obligué a pronunciar las palabras que toda chica quiere oír. Me gustaría decirte algo –le dije con mucha picardía–  pero es el hombre el que tiene que pronunciar esas palabras, él enseguida se percató de la maniobra y como él también andaba desesperado en sus éxitos con las chicas, me dijo. “¿Quieres salir conmigo?”, yo le dije que sí por supuesto pero con una condición: nada de besos, de aquella conversación tuvimos como testigo a un álamo viejo y el Tajo en el horizonte, todo obedecía a un plan predeterminado no sé muy bien de quien, pero desde entonces mi alma quedó ligada siendo muy niña a la de mi amado, comenzando un camino hacia la libertad, yo contaba tan solo con trece años y él dos más, por mi alma no ha paseado jamás otra alma que la suya, amoldándose de tal manera que hoy no se diferencian.
© Lola Lirola, Toledo 17 de abril de 2015.

AMOR OMNIA VINCIT

¿Podría vivir yo sin tu amor?,
me pregunto,
podría llegar la noche
y no sentir ese calor
que me envuelve,
abrigándome del frío,
o es tal vez ese frío
una entelequia que no existe,
que me invento porque sé
que tú me abrigas.
¿Podría vivir yo sin tu amor?,
y en su defecto, otra piel
acariciara mi esperanza.
¿Podría vivir yo sin tu amor?,
y acostarme con la duda
que hoy no tengo,
y el dolor que tu me libras,
y el rencor que desconoces.
¿Podría vivir yo sin tu pasión?,
o ¿no es pasión lo que tú tienes?,
pues no lo sé, pero en tus ojos,
ya plegados por los años,
se dibujan chiribitas,
cada vez que soy feliz,
cada vez que nos unimos
y tu notas la evidencia.
¿Podría vivir yo sin tu amor?,
te contesto,
¿Podrías vivir tú sin la vida?
De igual manera que sin vida,
yo sin tu amor no podría vivir.

© Lola Lirola, Toledo, 10 de abril de 2014.


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