martes, 17 de febrero de 2015

EVA NO MORDIÓ LA MANZANA

No fue ella, sino él,
quien sintió el paraíso como una jaula,
quien caminó con huellas ocultas
por parajes prohibidos,
quien buscó sensaciones vibrantes,
quizá ya olvidadas,
quien despilfarró la vida
en desiertos de sonrisas estériles,
quien pretende arrinconar su perfidia,
y olvidar el rastro que aún permanece.
Ella mientras, alegró su mirada,
parió la vida entre algodones,
zurció margaritas en la sombra del árbol,
coloreó el fango hasta convertirlo en jolgorio,
abandonó la tierra sombría
y se adaptó al sol deslumbrante del mar,
se entregó a cambio de una eternidad prometida.
Ahora, expulsados del Edén,
intentáis reconstruir vuestra existencia
en tierra de Acantos,
sin calor en el nido,
sin ambrosía en el lecho,

como el resto de la humanidad.

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