Como el primer rayo de
sol
de primavera, tu abrigo
calentó la cara norte
de mi jardín marchito,
tu luz desterró la
sombra
que había echado raíces,
tus palabras, jamás pronunciadas,
alzaron un arco iris
para los días de
niebla,
tu presencia soltó la
soga
que ataba mis miedos,
te hiciste imprescindible,
sanando mis heridas.
Y hoy, busco tu huella
en todo,
tu aroma dulce preñado
de paz,
el cobijo de un
universo inventado,
ese soplo simple de una
onda
nítida, en la que soy
yo misma,
Toledo,
Lola Lirola, 21 de noviembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario