miércoles, 7 de mayo de 2014

CAMBIO DE RUMBO INEXPERADO

Nunca imaginé que lo que me ocurriría ese día cambiaría el rumbo de mi vida. Este viaje a Italia fue atípico –como si de un impulso, llegado de no se sabe donde, se tratase–, “a la aventura” un término acuñado por mi madre, la cual de vez en cuando y sin avisar se levantaba y decía: “vámonos a la aventura”, lo que significaba que salíamos de viaje, no había rumbo ni reservas de hotel, ni sabíamos dónde dormiríamos o dónde comeríamos. Yo había hecho por lo menos un par de viajes con mis padres de esa manera –siempre dentro del territorio nacional–. Esta forma tan peculiar de viajar jamás la había practicado con mi propia familia.
 El día que les dije, estas vacaciones nos vamos a Italia “a la aventura”, todos me miraron con cara de asombro –ellos ya sabían lo que significaba, ya que yo les había narrado las características de esa experiencia–, mis hijos recibieron la noticia con mucha ilusión, mientras que mi marido al principio tuvo sus dudas, pero habíamos tenido un año muy duro de trabajo y en seguida hizo del proyecto su mayor dedicación: revisión del coche, descargarse los planos de las carreteras de Francia, Italia… Yo por mi parte planifiqué las jornadas de viaje, la ropa imprescindible que debíamos de llevar en las maletas, gestioné el D.N.I. de mi hija menor, y me descargué alguna información de aquellos lugares que pretendíamos visitar. El objetivo era llegar a Roma y volver, disfrutando del paisaje…
…Llegamos a Viterbo a las once de la mañana, y pasamos gran parte del día conociendo la ciudad, el palacio papal, su plaza, sus angostas y tortuosas calles –que de alguna manera nos eran familiares-. Tardamos algún tiempo en encontrar el Monasterio de las Clarisas, el objetivo principal de visitar esta bella ciudad,  lo buscábamos porque allí se encontraba la tumba de la santa incorrupta Santa Rosa, patrona de Viterbo y del pueblo Almeriense de Alcolea –de donde procedía mi bisabuela paterna– y a la que había bastante devoción en casa, por su fama de  milagrera y de protectora de la familia. Al llegar al monasterio nos encontramos sus puertas cerradas, tuvimos que esperar en la plaza para que abrieran y poder visitar a la santa, pero aprovechamos para descansar ya que llevábamos toda la mañana andando. La visita sería lo último que haríamos en esa ciudad, después camino de Roma buscaríamos dónde dormir.
La visita fue un tanto inquietante, después de ver el cuerpo incorrupto de la santa y de rezar la oración para la protección de la familia, nos dirigimos, ya fuera de la iglesia, a una especie de habitación que tenían las monjas en donde se explicaba la historia de la santa y se exponían fotografías, entre las que había un dibujo simulado de cómo sería el rostro de la santa. Aquí es donde nos quedamos todos de piedra, el supuesto retrato era a su vez la imagen exacta de mi hija. Las niños bromearon, pero mi marido y yo nos quedamos de piedra y decidimos dar por terminada la visita. A mi se me puso mal cuerpo, pero la curiosidad era superior y decidí hacer  fotos de todo, incluido el retrato.
Después de la experiencia y del cansancio decidimos ir a comer rápidamente para luego viajar. Miguel buscó en internet algún lugar fresco en donde pudiéramos comer agradablemente. En la búsqueda, los niños no paraban de insistir en ir a un lugar de comida rápida de los que habíamos visto en la ciudad. Pero mi marido, que es un enreda, les enseñó un lugar con piscina, motivo por el que ellos cambiaron sus preferencias. Llamamos para preguntar y nos dijeron que era un hotel, pero que daban comidas y que, por supuesto, la piscina estaba abierta a sus clientes.
Miguel introdujo la dirección del hotel en el G.P.S. –había sido todo un invento descargarse los mapas italianos–: viale Fiume, 112, Albergo Domus La Quercia, el coche callejeo durante un tiempo y luego se dirigió por un camino que parecía que se alejaba de cualquier población, llegamos a un conjunto de casas que parecían ancladas en un pasado glorioso pero en un presente decrépito. En la carretera apareció un cartel que ponía “La Quercia”, realmente no sabíamos si eso era un pueblo o un barrio de Viterbo, según entramos al conjunto de casas, volvimos a salir de la población, era como si de un aldea se tratase. El GPS se quedó pillado reconfigurando la ruta. Por lo que paramos para preguntar a un señor con sombrero de paja que andaba sentado en un poyete.
-Disculpe, Hotel Domus La Quercia –pregunté demostrando mi desconcierto–
El hombre miró hacia la parte de atrás del vehículo,  mis tres hijos le miraban expectantes, el hombre farfullo una serie de palabras en italiano muy deprisa e incompresibles, señalando a
Cristina –mi hija mayor–, los muchachos parecían haber entendido alguna palabra y se quedaron susurrando con mucha intriga y riéndose de como el pastor había creído que mi hija era Santa Rosa.
“tiu, tiu…”…indicó el hombre hacia adelante, sin embargo el GPS había reconfigurado la ruta y nos urgía a cambiar de sentido. Miguel continuó y más adelante realizó un cambio de sentido haciendo caso a las nuevas tecnologías. Cual fue nuestra sorpresa que cuando pasamos por el poyete en donde estaba el pastor, éste había desaparecido, sin embargo, era muy cerca de allí en donde nos indicaba el G.P.S. que estaba el desvío al hotel.
Tomamos el desvío y estaba un gran edificio, como un seminario o monasterio al que se le había dado el uso de hotel, en el que había un gran parking. Al llegar salió un señor muy atractivo y bien vestido a recibirnos,  nos dio a entender que nos estaban esperando, se le entendía muy bien, a pesar de hablaba en italiano. En seguida le hicimos ver que queríamos comer en el restaurante, a pesar de ello nos enseñó el patio, en donde comeríamos, la piscina, los pasillos, nos dijo que todo estaba a nuestra disposición.
-Disculpen que me atreva –dijo en nuestro idioma–, no sé que intención tienen ustedes, pero disponemos de habitaciones a muy buen precio.
Las tarifas no estaban acordes a la majestuosidad del lugar, era bastante económicas. Total debíamos marchar para Roma y buscar hotel, eso sería mucho más costoso. Los muchachos estaban en internet en un ordenador que el recepcionista le había permitido, Miguel y yo nos miramos, pues si nos quedábamos, nos permitiría echarnos una buena siesta y una tarde agradable, estábamos al comienzo de las vacaciones y todo había salido rodado –así eran los viajes a la aventura––. Decidimos quedarnos y partir por la mañana a Roma, el recepcionista nos llevó a las habitaciones, una para nosotros y otra, comunicada por un pasillo con la nuestra, para los niños. Ellos estaba alegres podría pasar toda la tarde en la piscina y en internet –ya que ambos servicios eran para los clientes del hotel–.
El lugar parecía desierto, tan sólo nos encontramos con el personal, parecía que había sido dispuesto exclusivamente para nosotros. Después de una tarde agradable y descansada, llegó la noche y nos dirigimos a nuestras habitaciones, las cuales habían sido modernizadas hacía poco. Los niños se fueron a la suya. Nuestra habitación era de grandes dimensiones, tenía una chimenea  y unos grandes ventanales desde donde pudimos ver el atardecer del Lacio como introito a una noche inolvidable. Preparé un baño relajante y me sumergí en el agua jabonosa, fue allí donde tuve el primer encuentro. Oí la puerta, noté como él se deslizaba por el agua buscando las fronteras de mi cuerpo, yo con los ojos cerrados dejé que fluyera todo lo anhelado, como fondo, la luz cálida del atardecer modelaba nuestros cuerpos, dando rienda suelta al placer, que de alguna manera, en esta ocasión, estaba siendo especialmente sensual, de pronto note un calor excesivo, el agua hervía, de un respingo salte del baño, mi marido no entendía nada, él no sentía como el agua burbujeaba. En el espejo estaba el reflejo de su imagen, era igual que el dibujo que aquella mañana habíamos visto en el monasterio. Como si en un pompa me encontrase, el tiempo se paró, el calor se marchó y ella me dijo: “Ahora tú eres la guardiana, es tú responsabilidad.”, una frase que ha cambiado toda la perspectiva de mi existencia…

Lola Lirola, Toledo, 29 de abril de 2014.


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