Hoy,
me encuentro retenida
en el
vestíbulo decrépito
de un
sueño etéreo.
Hoy, la
calma me abandona,
y en
su lugar, la congoja
oprime
mi garganta,
por un
lamento mudo,
invisible,
que no sale,
y que oxida
las entrañas.
Hoy,
el compás del carrillón
impasible
tortura mi salón,
hipnotizándome
en la espera.
Hoy, el
teléfono callado
silba
melodías ajenas,
y el
correo amedrenta
la
esperanza del que espera.
Hoy, desesperadamente,
necesito
ese soplo
que
acaricie mis sentidos,
necesito
ese hecho
que me
saque del abismo,
y me
lleve por parajes
frescos,
cuya brisa pura
despeje
mi angustia,
necesito
esas palabras
que me
alivien en la duda,
necesito
un corazón
que me
marque urgentemente
el
compás del palpitar.
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