¡Tan
hermanas, tan distintas!
Una
madre cantarina
arrulló
nuestra alegría,
y las
campanas celosas,
con su
son sonoro,
repicaban
ruidosas,
solapando
nuestras risas.
Mientras,
Caruso se escondía
debajo
del ala, y la luna
aliada
ahuyentaba
nuestro
miedo, que habitaba
debajo
del colchón de lana,
acechando
un sueño limpio,
tú en
tu hueco y yo en el mío.
Me
presentastes el mundo
a
través de tú mirada,
y tus
frágiles manos
se
creyeron protectoras.
Y
vivimos nuestras vidas,
parecidas,
aunque
a mi,
todo me hiere
y a ti
todo te da alegría.
De
tanto roce, la vida
me hizo
herida,
corté
la soga que dolía,
inventé
un universo ajeno,
evitando
los colores,
me
escondí en mi estancia preferida.
¡Tan
hermanas, tan distintas!
Pero
hoy, aunque los goznes chirríen,
he
abierto mi frontera,
sólo por
tú linde,
tú
estabas esperando este día,
y
sonríes, y me abrazas,
y te arrancas
tus lindos ojos,
presentándome
tu perspectiva,
y
decoras un universo amigo,
que me
abrigue, que me ame,
y yo
me lo creo, pues
tus
palabras son el bálsamo
que alivian
viejas heridas,
y tu
risa es el torrente
que
arrastra esta pena absurda
y me
limpia, y me abriga.
Y a la
mitad de mis días,
¡siempre
pensando en mí!,
olvidando
que parte de mi alegría
eras
tú quien la ponía.
¡Tan
hermanas, tan distintas!
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