La gélida
sábana
abraza el lecho
oxidado,
mortíferas
espinas
extirpan la alabanza
rota,
un dolor
callado
afina un fado
feroz,
desencajadas
fauces
expulsan perturbadas
prosas.
Negras
noches
oprimen el
frágil pecho
robando el
plácido sueño,
oscurecidas
tinieblas
colman la
estancia,
ahuyentando
quimeras.
Allí,
vencida en lo recóndito,
un lienzo
blanco, nítido,
enciende una
esperanza:
“Aguanta, pronto
saldrás de
aquí”
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