Nadie cantaba
con ella, al
amor.
En la sombra,
desafinada,
olvidando su
son…
Y en la noche
de plata,
derribando el
crespón lánguido,
quiso ser el
trebejo loco
de un hombre
de paso,
que susurre
voces quedas,
que acaricie
su tostada piel,
que apriete hilos
aniquilados,
que lustre trastes
olvidados,
que roce el
cuerpo marchito,
que la
estreche toda
bailando el
tango vibrado,
tañendo escondrijos
rasgados,
despertando
jadeos arrinconados,
derrochando su
savia,
sintiendo la
vida,
sintiéndose amada.
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