lunes, 13 de enero de 2014

ABUELO

Maestro de risas
en la primavera de mi vida.
La perla elegante
cuyas sienes plateadas,
cuyos pliegues amables
acunaron mi voluntad,
colmaron mi esencia
de júbilo seguro,
de juegos, alegrías,
de quimeras compartidas,
de sueños posibles,
de la esencia de la vida,
de la paz de su mirada.

Caminabas quebrado,
cargando el lastre lastimoso,
recóndito.
Hiciste de tu bastón
un confidente del pasado.
De tu traje, de tu camisa,
de tu abrigo,
una tarjeta de visita.
Dos redondas celosías,
constantemente remendadas,
despistaban,
detrás un alma exquisita,
una bondad socarrona
deambulaba cándida,
decorando ambientes inspiradores
de épocas pasadas,

La memoria de tu sonrisa
es el faro
que redime al alma herida,
que atrae al descanso,
al recuerdo párvulo
de historias inventadas,
que me incita a esa libertad,
¡Nunca más alcanzada!
Cimiento firme
de mi morada arruinada,
lograste saberme amada,
aportando el hálito cálido,
la calma que subyace,
el amor que lo impregna todo
que rezuma el alma.
mis ojos soñadores.




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