Al anuncio
de tu llegada,
un
cataclismo sacudió la breve historia de mi tierna adultez,
una
corriente helada acarició mi esencia,
ensombreció
mis sueños,
la
obscuridad anidó en mi.
¡No lo deseo!¡No
anhelo lo que crece en mi!
Quiero
extirpar ese momento,
Retroceder
al instante anterior,
¡Acabar con
todo!
La perspectiva
se tornó amenazadora…
Los días pasaron
sin ninguna evolución en mi ánimo.
La
resignación despojó de su lugar a la desesperación.
Pero, era irremediable…
El momento
llegó, era el principio de un resultado anunciado.
El aroma a
tierra mojada presagiaba una gran tormenta,
los rayos
concentraron su furia en mi seno,
mis jóvenes
carnes sufrían el azote del padecimiento.
Unas
bailaban su danza rutinaria y automática.
Yo, solo
tenía que colaborar,
la
maquinaria estaba en marcha.
Tú eras la
encargada de orquestarnos a todas.
Por la
gélida estancia pasaron las parcas siete veces,
juguetearon
estrangulando el cordón umbilical en tu frágil cuellecito,
tu piel
cerúlea delataba algo fatal,
apresuradamente
las danzarinas te apartaron de mi sin ninguna cortesía,
quedé
tendida tiritando, como una piltrafa, abandonada…
De repente
todo cambió,
los
nubarrones dieron paso a la luz,
una
bailarina traía un bulto en su regazo,
la sonrisa
de su mirada confirmaba mi seguridad.
Estabas allí,
vencedora, triunfante, luchadora, decidida,
inexorable,
elegida, amada, creada.
¡Única!
Tu indeleble
sonrisa enamoró mi alma,
tu
plenilunada carita sedujo mi memoria,
dos luceros verdes
clavaron su rumbo en los míos,
tu aroma
personal invadió mi intuición,
por la obertura
identifiqué en ti algo divino,
comprendí, que
otro había sido el error…
En donde
hubo dudas se injertaron certezas,
donde hubo
lágrimas, sonrisas.
Una enseñanza
más,
para la
reválida de la vida
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