miércoles, 24 de julio de 2013

¿Cuál de las dos soy?

            La Delegación de Hacienda estaba especialmente repleta de gente. Susana había tardado un buen rato en explicar al conserje qué gestión debía hacer,  la verdad es que éste no le había aclarado nada. Se sentó en una gran sala. Los que esperaban miraban hacia un panel electrónico que avisaba del número y el despacho a donde debían dirigirse a realizar su gestión.
–Hola Susana, ¿Qué haces aquí? – Le preguntó Elena, ambas se conocían desde el instituto-.
–¡Cuánto tiempo sin verte!, estoy aquí porque voy a hacerme autónoma…, pero esto lleva muchos papeleos –afirmo con expresión de cansancio –.
-¡Es genial, Susana!,  todo el país en crisis, y tú sigues adelante, ¡eres la leche!, ¡eres una triunfadora! Te casaste joven, has tenido muchos hijos, has estudiado una carrera, tienes un matrimonio de más de 25 años. Si alguien está predestinado para triunfar eres tú. ¡Eres una triunfadora! –Afirmó Elena con toda seguridad–.
            Antes de terminar la conversación, Susana ya había desconectado de su encuentro con  Elena. ¡Eres una triunfadora!... Había dicho. ¿Quién, yo? –se preguntó Susana con asombro-
Susana  tenía 45 años, y sí, había tenido hijos, había estudiado, estaba felizmente casada. Todo lo que hacía, aparentemente entrañaba éxito, pero ella no lo sentía así. Así se quedó en sus pensamientos. Su realidad era otra. Allí estaba intentando comenzar una empresa porque hacía más de dos años que estaba en paro, ya había dejado de percibir el subsidio de desempleo, y por más que había buscado un trabajo, nada había encontrado, y cómo solución se le había ocurrido  hacer una empresa para impartir clases particulares,… contrataría a un profesor de inglés y juntos formarían una gran empresa. Sin embargo, ella se sentía muy mal, no había ninguna ayuda oficial, por lo que lo primero que había hecho era gastarse los ahorros de la familia, ahorros de muchos años. ¡Todo eran pegas por parte de las instituciones! ¡Todo eran gastos! Ahora no sólo no aportaba dinero a la familia, sino que se había gastado los ahorros destinados a la universidad de sus hijos. Su marido le decía que todo iría bien, pero ella estaba desolada, el miedo se había apoderado de ella y le había sumido en un estado de desconfianza continuo. No sabía cómo le iría, pero una cosa tenía claro, ella no era una triunfadora. A su edad ya tenía que tener un trabajo fijo, con una rutina adquirida, con unos ingresos anuales, una estabilidad y allí estaba, sentada, esperando para que le explicasen qué hacer, una experiencia desconocida. Susana caminaba sobre arenas movedizas. Había un contraste entre sus sentimientos y la realidad que le mostraba Elena. Entonces pensó ¿cuál de las dos soy?
LOLA LIROLA

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